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Crónica biográfica

Crónica biográfica

Alonso Rabí do Carmo

• Lina Meruane,

Volverse Palestina,

Literal Publishing/Conaculta,

México, 2013

En su acepción más canónica la autobiografía supone un relato ordenado que abarca un periodo considerable de tiempo en el que no solamente se registra la reconstrucción de una trayectoria vital, sino además se deja constancia de los diversos cambios en la subjetividad, la conciencia y el pensamiento de quien acomete la tarea de autoexaminarse. En pocas palabras, podríamos suponer que la autobiografía es una suerte de bildungsroman en clave de no ficción, que intenta presentar la experiencia como un todo y dentro de ese todo se incluye la representación de algunas alteraciones y disrupciones.

El libro de la escritora chilena Lina Meruane (Santiago, 1970), Volverse Palestina(2013) sin duda es una crónica, pero pertenece a la tradición autobiográfica, aunque se aleja considerablemente de la idea de una narración abarcadora (su arco temporal no es en absoluto ambicioso), ya que suma a su brevedad (no llega a las cien páginas) un carácter eminentemente fragmentario. Y la fragmentación no tiene que ver en este caso con la elección deliberada de un estilo sino más bien con los temas que se enlazan y articulan en el texto: en primer lugar se trata del relato pormenorizado de una experiencia específica, lo que convierte a la selección obligada de los hechos autobiográficos en una operación de un minimalismo radical.

La autora recuerda los avatares de un viaje a Palestina, lugar al que acude con la misión de desandar los pasos de sus ancestros y así tratar de unir los cabos sueltos de una identidad, de recobrar para su vida un sentido de pertenencia, de intentar vivir una epifanía genealógica y de inscribir esa experiencia, de manera indeleble, en el espacio crucial de su propia subjetividad. La figura del padre adquiere aquí un carácter dramático, pues es desde su recuerdo que todo el desplazamiento de la autora, así como la serie de casualidades que van apareciendo en el relato, cobra pleno sentido.

La autora se rebela, entonces, contra la negativa del padre de volver a Beit Jala, pues él “no iba a exponerse a ser tratado con sospecha. A ser llamado extranjero en una tierra que considera suya, porque ahí sigue, todavía invicta, la casa de su padre; ahí, del otro lado, se encuentra esa herencia de la que nadie nunca hizo posesión efectiva. Quizás le espante la posibilidad de llegar a esa casa sin tener la llave, tocar la puerta de ese hogar vaciado de lo propio y lleno de desconocidos”.

De otra parte, esa misma fragmentariedad le permite al texto ser lo suficientemente flexible como para aludir, en momentos distintos, tanto a la preparación y realización del viaje personal como a un suceso histórico de proporciones colectivas: la inmigración árabe a Latinoamérica, su adaptación a la nueva geografía, en especial la chilena, el modo en que la lengua originaria de estos inmigrantes fue disolviéndose y quedó reducida a un código secreto manejado sobre todo por los miembros de la primera generación de recién llegados. Se trata, en suma, de un relato individual, pero también de la nakba, contraparte de la diáspora, un fenómeno que hermana dos extremos, más allá de cualquier otra diferencia.

El propio texto exhibe, además, su condición de artefacto. Refiere las vicisitudes de su composición, así como los riesgos que entraña el proceso de su creación. Hay en esta escritura un sentido de dramatismo y aventura que marca su independencia frente a los aspectos más convencionales de la autobiografía: no hay retrospección; tampoco un registro del aprendizaje artístico: su autora es ya escritora en el tiempo del mundo representado; por último, más que un cambio existe una confirmación y esa confirmación señala que la identidad no es estable, que es tensa y contradictoria, que no es fluida sino crispada, fruto de varias fuerzas que luchan entre sí, como para dejar de lado definitivamente esos esencialismos tan cuestionados y poco útiles (por monolíticos) en su constitución. La identidad de los palestinos, de la que se ocupa el texto, por citar un ejemplo, está en medio de ese fuego cruzado: “Para los israelíes, dice Zima, palestinos son los que viven en Gaza o en Cisjordania, no los que habitan dentro de sus fronteras como minorías” o, como se indica más adelante: “Zima dice haber comprendido que permanecer es seguir marcando la presencia de una ciudadanía palestina  que los israelíes intentan negar. Yo soy parte de una minoría oprimida, yo soy una palestina-48, anuncia, y aquí comienza mi mareo numerológico. Si los palestinos-48 son los que se quedaron, ¿cómo se les llama a los que partieron? Todos los que se han ido reciben el nombre de palestinos refugiados, dice, y mantienen un estatuto intermedio: no pueden adquirir ciudadanía extranjera sin perder su derecho a regresar, pero si no regresan estarán para siempre en un limbo”.

En medio de esta tensión creciente e irresuelta, se abre paso la voz de Meruane, quien en su búsqueda individual ha logrado recoger también la voz de los otros. Un ejercicio de memoria que se abre e incluye a una comunidad viviendo su hora más absurda, más injusta y más incomprensible, entre el ciego terror que desde una izquierda ultramontana propone Hamas como política y las posiciones de la extrema derecha israelí, que terminan unidas, paradójicamente, en su respectiva falta de racionalidad. Un texto valiente, impecable desde el punto de vista ético y bellamente escrito es el que nos ofrece Meruane; un texto que pone en escena el dolor que acecha a toda reconstrucción identitaria.

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Posted: August 25, 2014 at 9:50 pm

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