Interview
Un viaje por Vuelta. Entrevista a Malva Flores

Un viaje por Vuelta. Entrevista a Malva Flores

Manuel Gutiérrez

La poeta y ensayista Malva Flores publicó recientemente Viaje de Vuelta (Fondo de Cultura Económica, 2011), un apasionado recorrido por las páginas de Vuelta, una de las revistas literarias más importantes del siglo XX. En el volumen aparecen los protagonistas, las polémicas, las convivencias, las frustraciones, los ataques y contraataques y el entorno histórico con el cual dialogó Vuelta a lo largo de sus más de dos décadas de publicación. En la siguiente conversación y a 35 años del primer número de Vuelta, la autora de Luz de la materia, Casa nómada y Ladera de las cosas vivas, habla en torno del impresionante legado de esa revista.

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Manuel Gutiérrez: Desde la publicación de la Gazeta de literatura de Méjico (1788), el país ha contado con una extensa tradición de revistas literarias que han nutrido y sostenido el dialogo cultural y político del país. En Viaje de Vuelta, explicas que Vuelta heredó y formó parte de esa tradición. ¿Cuáles fueron los principios intelectuales que sostuvieron a la revista y que, por ende, condicionaron sus costumbres editoriales?

Malva Flores: Esos principios fueron varios pero podrían agruparse bajo los siguientes aspectos: la obligatoria independencia intelectual; la defensa del arte contra la mercantilización, la masificación y la uniformidad del gusto; el reconocimiento de la tradición como un legado vivo; el respeto al autor como el “titular” de sus respectivas ideas; la certeza de que los lectores eran ciudadanos –no consumidores–, esto es, los interlocutores naturales a quienes, en primera instancia, estaba dirigida dicha publicación; la defensa de la democracia como el espacio siempre perfectible de la libertad; la sostenida crítica a la academia, particularmente aquella más preocupada por el poder que por el saber. Vuelta se postuló como un espacio crítico que abjuró de las jergas y de los análisis “especializados” que desarticulaban el cuerpo de la cultura, emprendiendo también una larga batalla contra la “piratería editorial” y el provincianismo cultural.

MG: Vuelta nació como reacción a la censura perpetrada en contra del periódico Excélsior en 1976 por parte del régimen de Luis Echeverría. Esta experiencia marcó a los miembros de la revista. ¿De qué manera se convirtió en una “casa para la disidencia” y quiénes fueron sus visitantes más asiduos?

MF: Considerando el papel de Vuelta en la esfera cultural y aunque resulte paradójico, estoy convencida de que fue una revista que desde cierta marginalidad se planteó defender ideas y principios que no eran compartidos por el Estado —al que criticó permanentemente— ni por el pensamiento hegemónico de la intelligentsia latinoamericana. En este sentido, Vuelta fue una publicación que dio voz a una larga lista de intelectuales y artistas que padecieron los estragos de la guerra ideológica en todo el mundo. Así como en sus páginas leímos a muchísimos autores víctimas de los regímenes totalitarios en Europa del Este o en la URSS, también abrió sus puertas a los escritores perseguidos por las distintas dictaduras de América Latina. Allí tuvieron casa muchos intelectuales cubanos (Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, por ejemplo) del mismo modo que ofreció su espacio para que otros escritores y revistas censurados por los gobiernos latinoamericanos denunciaran múltiples atropellos. Tras revisar cientos y cientos de críticas a Vuelta puedo asegurar que, en su momento, la revista fue leída con anteojeras ideológicas y que muchos de sus críticos no habrán leído ni el 2% de sus artículos.

MG: Hablando de sus críticos, en 1978 la revista Nexos describió a Vuelta como “el altar del elitismo voluntario y del conservadurismo”; por su lado, al hablar de Octavio Paz y de sus colaboradores, Jorge Herralde se refirió a ellos como “un poder fáctico colosal”. Hasta hoy en día contamos con opiniones parecidas o peores. Después de tu investigación y a tantos años de distancia, ¿crees justa la caracterización de Paz como “dictador” y a los colaboradores de Vuelta como una “mafia”?

MF: ¿Fue justo que quemaran la efigie de Paz frente a la embajada norteamericana? ¿Fue justo que lincharan a Krauze durante seis meses por haber escrito “La comedia mexicana de Carlos Fuentes”? ¿Fueron justas las críticas ofensivas que recibió Zaid por haber denunciado a los “colegas enemigos” de la guerrilla centroamericana? La enumeración de cargos que involucraron y aún hoy involucran a los escritores de Vuelta es larga. Los miembros de la revista constituyeron, efectivamente, un grupo que ejerció el poder cultural en muchos ámbitos y durante un largo tiempo; sin embargo, y aunque los principios que defendía eran incuestionablemente legítimos, en aquel momento resultaban “políticamente incorrectos”. Lo correcto, desde la perspectiva del gobierno, era que no se le criticara. Lo correcto, desde el punto de vista de la intelligentsia latinoamericana, era que se apoyara a Castro y se cerraran los ojos ante las atrocidades cometidas en nombre de un “bien superior”. A nadie le gusta que los “trapos sucios” se laven en público. Nadie es feliz si se le desenmascara. El PRI, las dictaduras de todo color, los miembros de la intelligentsia universitaria, las burocracias ineptas o los escritores espurios fueron blanco de las críticas de una revista que, entre otras cosas, denunció la simulación. Y eso es algo que no se perdona.

MG: Vuelta participó en varias polémicas que marcaron la historia cultural e intelectual del país. ¿Cuáles fueron las más importantes, y qué aportaron a la esfera pública?

MF: Las múltiples polémicas que Vuelta alentó o en las que participaron sus miembros pueden reunirse alrededor de un tema central: la independencia del intelectual frente al poder o, en otra vertiente, la resistencia del artista a los poderes del mercado (en este aspecto, la polémica de la literatura light contra la literatura “difícil” es bastante ilustrativa). Vuelta refrendó la convicción de que el debate público de las ideas era la forma idónea en que los intelectuales debían manifestarse. Su papel fue el de agitar el espacio cultural y las conciencias. De la discusión iniciada en Plural sobre los escritores y el poder, hasta la polémica sobre el Coloquio de Invierno, pasando por la trifulca que provocó el artículo de Krauze sobre Carlos Fuentes, las disputas en torno al Encuentro Vuelta “La experiencia de la libertad” (efectuado poco después de la caída del muro de Berlín) o la crítica permanente al sistema político mexicano, los miembros de la revista suscribieron la obligación de preservar su independencia intelectual. En esa ruta polémica podemos advertir la vida de Vuelta de la mano de un reclamo democrático permanente (y no sólo para México); sin embargo, no fueron menos importantes las discusiones de la revista alrededor de los autoritarismos latinoamericanos, con énfasis particular en el caso cubano. El artículo de Zaid “Colegas enemigos” o el reclamo de Paz de elecciones libres en Nicaragua fueron dos momentos álgidos en la historia de la revista.

MG: A pesar de que la revista se considere exclusiva de Octavio Paz, Viaje de Vuelta nos adentra en la vida íntima de la publicación demostrándonos que en realidad fue producto de la labor de varios personajes, cada uno con su propia voz. Háblanos del papel de Enrique Krauze, Gabriel Zaid, y Alejandro Rossi. ¿Cuáles fueron sus aportaciones a Vuelta?

MF: Es difícil responder a esa pregunta brevemente porque, en efecto, los tres fueron pilares de Vuelta. Sus perfiles intelectuales son también rostros de la revista: la historia, la poesía, la reflexión crítica, la pasión literaria y la vocación polémica. Desde un punto de vista operativo, creo que Zaid y Krauze fueron indispensables. Zaid colaboró decisivamente en la estructura financiera de la publicación y, por su parte, Krauze dedicó gran parte de su tiempo a sacar adelante a Vuelta como empresa. Nunca podremos saberlo pero no es muy difícil intuir que, sin ellos, la revista no habría tenido una existencia tan larga. Planear, imaginar una publicación, conseguir textos o escribirlos es algo difícil y maravilloso, pero darle continuidad e independencia económica implica un esfuerzo y una dedicación de tipo empresarial muy importante. Por supuesto, no sólo existe la parte económica y administrativa de una revista. Al estudiar Vuelta comprendí que para hacer realidad una empresa tan extraordinaria fue necesario un animador formidable, alguien capaz de reunir a su alrededor gente muy talentosa y que pudiera conciliar sus distintos intereses en favor de una revista. Ése, me parece, fue uno de los más notables logros de Paz respecto de Vuelta. Pero ésta también requería de otra especie de consejero; alguien que, como escribió Krauze, pudiera alentar a sus miembros cuando las cosas no marchaban tan bien: creo que ese fue uno de los papeles, quizá no tan visible, de Alejandro Rossi. No hay que olvidar, por supuesto, la importancia central de Gabriel Zaid en este aspecto: su continua batalla en contra de la simulación académica y sus relaciones con el poder, sus datos duros que ponían en evidencia los enormes costos de la burocracia gubernamental, entre muchísimos otros aspectos más.

MG: John King le ha dedicado un estudio a Plural recientemente traducido por David Medina Portillo y publicado por el Fondo de Cultura Económica. ¿Qué diferencias ves entre Plural y Vuelta, y entre ésta y Letras Libres?

MF: Sin demérito de su vocación crítica, pienso que Plural fue una revista más literaria. En cambio, Vuelta se ofreció siempre como un espacio crítico inédito en México, dando cabida a una amplia gama de asuntos que rebasaron las órbitas estrictamente literaria o artística. Debido a su larga existencia, en Vuelta colaboraron varias generaciones de escritores, lo que supone también una diferencia importante entre ambas publicaciones. Letras Libres es una revista que se publica en un tiempo muy distinto al que vivió Vuelta. En consecuencia, sus búsquedas y propósitos no son los mismos, si bien comparte con ella el aliento y espíritu críticos.

MG: En tu primer libro de ensayo, El ocaso de los poetas intelectuales, lamentas la ausencia del poeta contemporáneo en la esfera pública. Viaje de Vuelta es una defensa de Vuelta y un llamado a seguir su ejemplo en la presente esfera intelectual y cultural. ¿Qué prácticas y valores, tanto literarios como políticos, nos invita a reconsiderar la relectura de Vuelta en la era del blog?

MF: Me alegra que relaciones aquel ensayo sobre los poetas intelectuales y Viaje de Vuelta porque son dos estancias de una misma reflexión. De algún modo, la que llamas “defensa de Vuelta” es –quizá muy en el fondo para otros, pero central para mí–, una defensa de los poetas como miembros imprescindibles de la esfera pública pero, sobre todo, es una defensa de la poesía en su sentido más amplio: como esa operación crítica e imaginativa que nos devuelve una imagen del mundo y, al mismo tiempo, construye otra. En esa bisagra se ensancha el horizonte y creo que la “era del blog”, con todos sus defectos, tiene también ese propósito: ensanchar la crítica, ofrecer un mundo o varios mundos. Leer Vuelta es encontrarse aún vivas nuestras preocupaciones como sociedad durante los últimos 30 años. Sin embargo, volver a ella no es tarea de alguna arqueología, como tampoco lo es reconocer nuestro rostro en el espejo.


Posted: June 30, 2012 at 5:00 am

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